Hoy, 8 de marzo, nos apetece compartir con vosotras este bonito texto:
Ella.
No tiene grado militar, ni uniforme ni arma. Es zapatista pero sólo ella lo sabe. No tiene rostro ni nombre, igual que las zapatistas. Lucha por democracia, libertad y justicia, igual que las zapatistas. Forma parte de eso que el EZLN llama «sociedad civil», gente sin partido, gente que no pertenece a la «sociedad política» compuesta por gobernantes y dirigentes de partidos políticos. Forma parte de ese todo difuso, pero real, que es la parte de la sociedad que dice, día a día, su «¡Ya basta!» Ella también ha dicho «¡Ya basta!» Al principio se sorprendió a sí misma con esas palabras, pero luego, a fuerza de repetirlas y, sobre todo, de vivirlas, dejó de tenerles miedo, de tenerse miedo. Ella ahora es zapatista, ha reunido su destino al de los zapatistas en ese nuevo delirio que tanto aterra a partidos políticos e intelectuales del poder, el Frente Zapatista de Liberación Nacional.
Ya peleó contra todos, contra su esposo, su amante, su novio, sus hijos, su amigo, su hermano, su padre, su abuelo. «Estás loca», fue el dictamen unánime. No es poco lo que deja atrás. Su renuncia, si de tamaños se tratara, es más grande que la de las alzadas que no tienen nada que perder. Su todo, su mundo, le exige olvidarse de «esos locos zapatistas» y la conformidad la llama a sentarse en la cómoda indiferencia del que sólo por sí ve y se preocupa. Todo lo deja. Ella no dice nada. Temprano, de madrugada, saca filo a la tierna punta de la esperanza y va emulando el primero de enero de sus hermanos zapatistas muchas veces en un mismo día que, al menos 364 veces al año, nada tiene que ver con el uno de enero.
Ella sonríe, admiraba a las zapatistas pero ya no. Dejó de admirarlas en el momento en que se dio cuenta de que sólo eran un espejo de su rebeldía, de su esperanza. Ella descubre que nació el primero de enero de 1994. Desde entonces siente que está viva y que lo que siempre le dijeron que era sueño y utopía puede ser verdad. Ella empieza a tener en silencio y sin pago alguno, junto a otras y otros, ese complicado sueño que algunos llaman esperanza: el para todos todo, nada para nosotros. Ella llega al 8 de marzo con el rostro borrado, con el nombre oculto. Con ella llegan miles de mujeres. Más y más llegan. Decenas, cientos, miles, millones de mujeres en todo el mundo recordando que falta mucho por hacer, recordando que falta mucho por luchar. Porque resulta que eso de la dignidad es contagioso y son las mujeres las más propensas a enfermarse de este incómodo mal… Este 8 de marzo es un buen pretexto para recordar y darle su tamaño a las insurgentes zapatistas, a las zapatistas, a las armadas y a las no armadas. A las rebeldes e incómodas mujeres mexicanas que se han empecinado en subrayar que la historia, sin ellas, no es más que una historia mal hecha…
SCI Marcos: 12 Mujeres en el año 12.
Gracias por compa-artir textos de tan luminosa belleza.