Ya veis qué fin de semana de música y bailes nos espera con Lee Perry, Mad Professor, Juan Rozoff, Pony Bravo, Crudo Pimento… ¡No te lo puedes perder!
El domingo 8 de septiembre en La enredadera charraremos con Víctor, uno de los promotores del Festival Slap! y también con algunos de los músicos que estarán (Raúl Frutos de Crudo Pimento o Pony Bravo).
Si vas mal de pasta, La enredadera rifamos un abono completo + acampada para todo el Slap, viernes, sábado y domingo, gratis.
Solo te pedimos que nos dejes un comentario en nuestro blgo enredador. En él tienes que escribir un pequeño relato de no más de 150 palabras que tenga como tema el “Festival Slap!” y todo cuanto te inspiren las propuestas musicales, los grupos, el ambiente,… lo que se te ocurra. Así de fácil, ¡no te cortes!
Entre todos los microrelatos que recibamos antes del domingo 8 de septiembre, regalaremos un abono más acampada gratis para todo el festival Slap! el próximo domingo en La enredadera.
La conocí en Zaragoza. Nunca me olvidaré de aquellos días. Fue un fin de semana del final del verano. Éramos jóvenes. Bueno, no tan jóvenes. Nos gustaba bailar y emborracharnos. En un concierto de Lee Perry nos encontramos, nos tocamos. Y agarradas seguimos bailando durante todo el fin de semana. Ya nunca nos hemos separado. Es mayo de 2045, echo la vista atrás y me alegro de haber vivido esos días, alegres y desenfrenados, que dieron paso a esta vida en la que la música y el baile siguen siendo protagonistas. Con Elena, claro.
Ritmos, rizos, sol, «soules», colores, sabores y olores, cantes y gentes… Así se dibujaba el Slap en mi cabeza cuando charraba con mi vecino en Pozondón. La verdad, peleábamos sobre el lugar y el momento en el que las personas podemos regocijarnos en nuestra existencia y sentir regustera interior… Tras palabrejos escabrosos y transcendentalismos varios que mareaban mi apestoso cerebro, me comento que en el camping de Zaragoza hacían un festival Afro-Soul y que seguramente me pasará eso allí…- Anímate, ves a ver que se cueze! – dijo.
Ni lo pensé, saqué el un petate de emergencias, arraqué la furgo… y tras una cortina de humo blanco ya estaba allí, comenzaba el primer concierto.
La música que despierta tus ritmos ancestrales, melodías que acarician tus oídos y locos colegas cerca, son la receta más eficaz para entender que, pese al mundo penstilente en el que vivimos, hay momentos en los que tiene sentido respirar.
Seguía bailando, como lo hacen los batracios, como lo hacen desde luego todos los que no saben bailar, como lo hago yo cuando no me miran, como nunca lo haría cuando me miras. Seguía pues bailando, con su contorsión desesperada, con su lucha contra los tendones, llegando a un punto enfermizo, excesivo, entre sudores y luces reflectantes en la pista del Slap! Seguía… Cuando dio la última vuelta el vinilo me fui, nos fuimos, pero aún hoy me pregunto si todavía sigue allí, con su baile imposible, buscando el amor que todos le suponemos. Si alguna vez la vi, no me preguntéis dónde, no supe reconocerla. Las iniciativas no siempre fueron lo mío, pero tengo el pálpito de que volveré. Y entonces el batracio seré yo.
Una nueva droga había llegado al festival. El azote de las masas, el fulgor de las neuronas, no dejaba a nadie indiferente. Unos con sorpresa y otros con sonrisa picantona, todos quería probar esa nueva experiencia… y yo era el único camello. Podría haber sido el negocio de mi vida pero el dinero no tenía nada que ver en todo eso. Las guindillas de mi huerto no se venden, y yo tenía los bolsillos repletos de ellas. Poco a poco aquellos puntiagudos pimentillos se fueron extendiendo por la zona de baile. Unos se las comían directamente a mordiscos, otros las echaban a la cerveza y otros incluso, las utilizaban como filtros de cigarro. El picor se mascaba en el ambiente que se extremecía al ritmo de la música. No había forma de parar, los cuerpos se retorcían y las miradas se iluminaban entre lágrimas y risas. Como poseídos por voodoo, el funk hacía el resto en aquella noche guindilla.