Sensaciones del recital de Paco Ibáñez en Zaragoza.
Martes 30 de noviembre de 2010
Nacho Escartín. La enredadera de Radio Topo.
Http://laenredadera.noblezabaturra.org
El Teatro Principal colgó el cartel de “No hay entradas”. Una vez más se sintió “esa electricidad” especial entre Paco Ibáñez y Aragón. En este caso, en Zaragoza. Otras veces, en Huesca y Teruel.
¿Cuántas veces habrá venido Paco Ibáñez a nuestra ciudad? ¿Y cuántas de ellas habrá compartido escenario con José Antonio Labordeta? En este caso, faltaba el amigo, “el hermano maño”, al cual Paco Ibáñez dedicó el concierto desde la primera canción, “Coplas a la muerte de “su hermano”” de Jorge Manrique hasta la última, el coreado “Canto a la libertad” que puso fin a un concierto emocionante y combativo. Más de uno, entre ellos yo, se acordó de algún otro concierto con Labordeta e Ibáñez cantando codo a codo ese gran himno aragonés. Buenos recuerdos, sin duda.
Paco Ibáñez eligió en esta ocasión un repertorio “clásico”, eligiendo las canciones de algunos de los versos más populares y conocidos de la poesía en castellano. En gran parte, gracias a él. Y es que Paco ha sido, sin duda, el que mejor ha puesto música a algunos de los poemas de Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Rafael Alberti, García Lorca, Antonio Machado, José Agustín Goytisolo, el Arcipreste de Hita, Blas de Otero, León Felipe o Pablo Neruda. Me sorprendió que no cantara a Miguel Hernández en esta ocasión.
Durante las dos horas de recital, dividido en dos partes, Paco permaneció de negro riguroso, alegre y agradecido, tan solo acompañado de su guitarra y de un vaso de agua. Un vaso de cristal, ya que “ni come ni bebe en plástico”.
Las arengas políticas y los comentarios somardones, el humor y la mala baba, la ironía y la rabia, fueron una constante entre canción y canción. Paco Ibáñez, que ha vivido los bombardeos fascistas, la emigración interior y el exilio mantiene su mirada limpia para ver las injusticias del mundo de hoy. Y no se muerde la lengua. Además del intrínseco contenido poético en sus canciones, repartió duras palabras hacia varios frentes: Contra la cultura norteamericana “que amenaza con colonizar nuestra identidad cultural” aportó su particular “Cumpleaños feliz” que animó a cantar en los aniversarios en sustitución de la copla estadounidense “que nos hace parecer el pato Donald”). Defendió la lengua castellana frente al inglés y también se acordó del catalán, el vasco y las lenguas de los territorios de esto que llamamos España (sin mencionar el aragonés). Así, cantó una canción en galego de Teixidor y otra en euskera, su lengua paterna. En este sentido, enfatizó en que “antes que de España, somos de Catalunya, de Galicia, de Euskal Herria, de Andalucía,… y después ya decidiremos si también somos de España”. Se metió con “el desgraciado” de Rajoy, “el de los hilillos”, pero también con el gobierno socialista y sus medias palabras. Apoyó las causas judiciales contra los criminales de guerra durante la guerra civil y el franquismo, expresó su solidaridad con el juez Garzón y recordó el necesario proceso de investigación para esclarecer el asesinato del periodista José Couso en Iraq. En muchos casos, el público le interrumpió con aplausos (unas veces más que otras, claro).
También recordó sus orígenes valencianos, su vida en Barcelona, Eukal Herria y Francia, deteniéndose en algunas anécdotas que despertaron las risas del respetable.
En el aspecto musical, Paco Ibáñez sigue más o menos como siempre. Pasan los años, sí, pero todavía no es “un viudo de si mismo” y parece que le queda cuerda para rato. El guitarrista Mario Mas, de raices zaragozanas, le acompañó en cuatro canciones en las que se alcanzaron algunos de los momentos más bellos del concierto gracias a su buen hacer en el acompañamiento.
“Este país surrealista” (si Buñuel levantara la cabeza) necesita de las canciones y la resistencia de Paco Ibáñez. Hasta el final, siempre nos quedará la palabra.