Amor en la Asamblea
con los pies cuidadosamente envueltos
en dos confortables piezas de fieltro moldeado
que conocemos como zapatillas o calzado cómodo
o desnudos y a veces en alto,
o cruzados en un suelo amigo.
Como después de cada reunión,
qué bien sienta el primer trago,
cómo inunda la garganta dolorida pero feliz
igual o parecido al minuto tras el parto;
es llenarse por dentro de tiempo
derramar la vida compartida, las ideas licuadas.
Es después de cada reunión
cuando esa ausencia o inhibición sensorial,
esa ultra-nada que llamamos frío,
se convierte sin avisar en una mentira,
o recuerdo, como algo que no podía ser
y se confirma finalmente inviable.
Justo después de cada una de las reuniones,
de todas ellas, exactamente de todas,
he sentido la misma soledad,
la que en ocasiones venía por tu ausencia,
la que siempre me atenazó por haberte esperado tanto
y no haber sabido mirarte lo suficiente.
Manuel Uviedo