Botelladas, consumos y preorgías sin sexo

Andan los peñistas mosqueados. Resulta que en las puertas de su recinto de Interpeñas se citan cada noche miles de adolescentes para ponerse hasta el culo de alcohol. Y, claro, obstaculizan los accesos para las carpas en el aparcamiento de la Expo (un negocio descomunal), afean la entrada y obligan a los servicios sanitarios pensados para las borracheras y deslices de los peñistas a atender a un montón de chavales con comas etílicos, heridas y demás.

El presidente de la federación de Interpeñas reivindica más policía y una atención especial de las autoridades. Parece que quiere borrachos «legales» y acabar con los borrachos «desmadrados». El alcalde Belloch, que pronto huirá a Madrid para seguir forrándose como senador y eludir todos los marrones que vayan saliendo de sus desfases en la Expo, está de acuerdo. Mano dura con los jóvenes, que no tienen perras más que para hacer botelladas. Menores de 18 años a los que no se permite la entrada en bares. Chavales sin curro con ganas de pasárselo bien. En una ciudad donde cada cuatro pasos ves un anuncio de La Zaragozana animando al consumo de cerveza,… ¿alguien se sorprende del consumo desmedido de alcohol y, especialmente, de litronas?

Al hilo, hemos recordado que hace unos años escribimos un texto titulado La botellada: Una preorgía sin sexo. Hoy lo compartimos en este nuestro blog actual. Alguna referencia es puntual de la época en que fue escrito, pero su esencia permanece actual.

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La botellada: Una preorgía sin sexo
Nacho Escartín

Leo hoy en Heraldo de Aragón dos opiniones acerca del mal llamado “botellón” (en Zaragoza, al menos, siempre hemos practicado “la botellada”). Un texto es “a favor” y lo firma el sociólogo Mario Gaviria. El otro, “en contra”, Ramón Celma, presidente de las Nuevas Generaciones del PP.

Se habla mucho del botellón porque el Ayuntamiento de Zaragoza está impulsando una ordenanza específica contra él. La propuesta de PSOE, Par y PP es clara, palos y multas para empezar, “coger el toro por los cuernos” como dice el joven pepero en su artículo, atajar las concentraciones de personas en torno a unos tragos, a golpe de represión.

Mario Gaviria está acertado en su “Elogio al botellón”. Lo considera “una aportación española a la historia de la convivencia y el buen rollo”, “un éxito de la ciudad mediterránea”, “un preámbulo del apareamiento”, “la resistencia a la soledad y al onanismo excesivo de Internet”, entre otras loas. Entusiasta defensor del botellón, señala a los “viejos que envidian y prohiben el disfrute de la vida nocturna” y “la gente intolerante con cualquier uso del espacio público”. Ahí estoy muy de acuerdo.

Se está poniendo de moda lo de prohibir. Si algo no te gusta, pide que lo prohiban. Tender en balcones o ventanas que dan a la calle, bañarse en las fuentes públicas, montar conciertos en las plazas,… todo es susceptible de ser prohibido. ¿Y cuál es siempre la principal argumentación de los “prohibidores”? ¡Lógico, “la libertad de cada persona acaba donde empieza la de otra”! ¡Qué sencilla y qué vistosa frase!

Detrás de eso, hay una injusta y brutal política de solucionar los conflictos sociales de manera represiva, imponiendo severas multas de manera arbitraria y utilizando el uso de la fuerza policial cuando les venga en gana. ¡Para eso les ampara la ley!

Volviendo al botellón, se afronta a veces la cuestión desde el desconocimiento. Siempre se habla de jóvenes. ¿Qué pasa, que los treintañeros no quedamos a beber en la calle? ¡Pues yo ayer mismo lo hice, porque no quedaba un solo bar abierto a las 2 de la mañana! ¡Anda que no ves a gentes de todas las edades, mayoritariamente jóvenes, por supuesto, bebiendo en la calle!

Siguiendo con otros “lugares comunes”: ¿el botellón es sinónimo de suciedad, vandalismo y ruidera? ¡Por favor, qué manera de generalizar! Cada tarde, cada noche, especialmente los jueves, viernes y sábados, festivos y vísperas de fiestas “de guardar”, son miles y miles de personas las que practican eso del botellón. ¿De verdad alguien cree que “lanzamos botellas a los coches y orinamos en el portal de viviendas” como esgrime el joven pepero? ¡Qué manera de hablar por hablar!

En Zaragoza y en cualquier lugar donde haya normas, es evidente que no está permitido orinar en la casa de uno o liarse a botellazos contra la carrocería de un monvolumen. ¿Qué tiene eso que ver con el botellón? ¿Mandamos a la UAPO a desalojar la Plaza de los Sitios, porras en mano, porque hay dos o tres “garrulicos” que están “pasados de rosca”.

Señores, un poco de seriedad. Los menores de 18 años no consumen en los bares, porque tienen prohibida la entrada. Algunos no tienen alternativas al botellón porque no se las ofrecemos. No todos tienen la suerte con 15 o 17 años de haber descubierto ya una pasión, un amor o una afición para el fin de semana. Muchos se aburren, sin más.

Uno que lleva varios años viviendo en plena zona de bares, sabe de lo que charra. Me refiero a locales legalizados, con sus permisos en regla, sus salidas de emergencia, todo controladico. ¡Menudo estropicio cada noche en las calles! Botellas rotas, gritos de borrachos, meadas y vomitonas en cualquier lugar, molestias a los vecinos, árboles arrancados,… ¿Quiénes suelen ser los protagonistas de estos ataques? Personas de variadas edades, treintañeros y cuarentones en muchas ocasiones, que son los que suelen ir por ahí a las 5 o las 6 de la mañana. En Zaragoza, clientes de La Casa del Loco o El Plata, a los que les cierran los garitos y salen desconsolados con su frustración sexual a acabar la noche (o la mañana) de malas maneras.

Muchas personas que hacemos botellada (¡Aquí sí recupero la palabra original!) lo hacemos por gusto, porque nos apetece más charrar que aguantar la patética música de algunos bares, porque preferimos gestionar nuestro presupuesto y no pagar precios abusivos por nuestras consumiciones, porque en la calle, cara a cara, nos lo pasamos mejor,….

Cada una tendrá sus razones para hacer botellada. Que no pare la fiesta y el encuentro.

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