Víctor Vector
Víctor Vector lo hacía cada día:
tomaba el ascensor cuando subía.
Aunque la dirección igual le daba,
pues también lo hacía cuando bajaba.
Fue de tanto tomar el ascensor,
que, confundido ya Víctor Vector
con tanta bajada y tanta subida,
se olvidó del sentido de la vida.
Subir, bajar, estar en movimiento;
el caso es no pararse ni un momento.
Ayer ví a Víctor en el ascensor:
—¿A qué piso?
—Al último, por favor.
Microcuento nº4 del blog Entropía